05-12-2006 Estábamos en el retiro de 5to. Año 1985 y el Padre Luis Scozzina a cargo del mismo, le manifestó a una mamá que nos fue a buscar:

Tu hijo es un VALOR.

Aquellas palabras que se hacen presentes en mi recuerdo, se referían a Rodrigo Becerra, un chico de 17 años, que abrazó un proyecto de vida en el que esos valores que se vislumbraban, se hicieron una hermosa realidad.

Rodrigo: casi un hijo.

Por la amistad de nuestras familias, por haber compartido veraneos cuando eras un niño, por haber sido mi alumno, por haber seguido tu vida universitaria, tu profesión y profesionalidad, por ser testigo de tu calidad de hijo y hermano y por haberme permitido gozar de la autenticidad del amor, afecto y ternura, a tu Alejandra, Camila, Tomy y el bebé que viene.

Hoy sigo descubriéndote en el modo en que entendiste la amistad; en la generosidad que brindaste a tu prójimo, comprometiéndote con los niños entre ellos los más desprotegidos, generosidad que lleva el sello de la caridad, es decir de la entrega por el bien del otro, por amor al otro.

Fuiste de perfil bajo, no hubo ampulosidad ni pomposidad en tu modo de actuar. Yo creo que tenías la humildad de los sabios, de la sabiduría interior de las personas buenas y nobles, de la sabiduría de Dios.

Ante tantas preguntas que nos hacemos todos los que te queremos, preguntas sin respuestas, sólo se me ocurre buscar las certezas del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo:

Felices los humildes porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Felices los que lloran, porque encontrarán consuelo.